jueves, 18 de abril de 2013

Vainas mías... de adioses y sueños


Y fue así cómo acabó la historia. De pronto comenzaron a subir letritas y se me metieron por la blusa y me salieron por el escote, se me enredaron en mis greñas; logré tomar algunas con mis manos: d, s, u, l, z, a... no entendía nada. Hasta que tres enormes letras subieron, las cuales pude leer cuando me tiré al suelo. Decían F I N.

Y no entendía nada, pensé que estaba durmiendo y corrí hacia mi casa, hacia mi cama, para dormir y poder despertar de este extraño sueño, pero estaba muy agotada, y no sabía en qué puto sitio estaba. Olía a campo, a tierra, pero el ruido de los camiones me hacían comprender que no estaba tan lejos, pero sí lejos para ir a pié a casa.

Metí mi mano izquierda en el bolsillo de mi pantalón, y encontré cuatro letras: a, l, o, c; en el bolsillo derecho encontré una papeleta de 20, dos de 10 y una 'hall'. Caminé sin rumbo por largo rato, hasta que encontré una autopista. Poco duré en identificarla, estaba en la autopista Duarte, metros después de la entrada de Los Alcarrizos.

Nunca jamás había estado por ahí.. pero no sé, estaba asustada, inquieta, confundida... no sabía si era sueño, o era realidad, mucho menos la relación que tiene con el hecho de aquel fin, de la falta que me hacías en ese momento, y de lo mucho que me costó cerrar ese círculo a tu distancia lado.

Tomé un concho 22-28, de los que van Duarte, para quedarme en la Gómez y bajar a mi tan ansiada cama, a esta altura de la confusión. Al llegar a la Gómez, me recordé de tí; pensaba en las tantas veces que cruzamos esta calle, pensaba en los que venden flores con polvo, y en lo correcto o no de olvidarme de tí. Crucé, luego de dos coñazos a un Amet que no daba paso y me impedía cruzar. Llegué a un teléfono público y te llamé. Contestó tu madre.


Llegué a casa ya sin esperanzas de estar soñando. Tenía plena certeza de estar despierta, y completamente loca. No podía recordar cómo llegué a aquel sitio que paría letras. Lo único constante en ese mal rato, era tu recuerdo y aquel adiós inminente que en aquel momento no era capaz de dar.

Y una a una reviví las razones de esta decisión. Con alegría, con tristeza. Sin rencor, pero con una impotencia demoníaca por todo el tiempo que perdí, creyendo que eras real, y no una utopía que construiste para mí.

Y desperté sudando. Todo fue un sueño, menos el cruel final.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hello. And Bye.